Fin de los tiempos, el Juicio final, la Parusía y el Fin del mundo
Es común pensar que el Fin de los tiempos, el Juicio final, la Parusía y el Fin del mundo son lo mismo, pero no es así. Tal es la confusión de términos, que a un pastor protestante, de nombre Harold Camping, líder de una secta neo-pentecostal anglo-sajona de California, Estados Unidos, se le ocurrió afirmar que el Fin del mundo ocurriría el pasado 21 de mayo, pero al día siguiente, no teniendo cómo celebrar el éxito de su razón (gracias a Dios) afirmó que se equivocó un poco en sus cálculos y que el Fin del mundo ocurrirá el próximo 21 de octubre.<br />
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El verdadero fin del mundo tendrá lugar, es indubitable, pues sería ocioso afirmar que el mundo es eterno, cuando que eterno sólo es Dios y el mundo sólo forma parte de su obra creadora. Jesucristo lo anuncia cuando afirma ?Estaré con ustedes todos los días hasta el fin de mundo? y la ciencia conoce que el universo está en expansión, que en algún momento dejará de expandirse para luego iniciar un proceso de contracción, que las estrellas tienen una vida determinada, y que el sol, como todas, dejará de arder cuando implosione y absorba a la Tierra y a los demás planetas de su Sistema, para luego explotar y diseminarse por gran parte del universo. Hoy sabemos mucho, como se ve, pero lo que no sabemos todavía es cuándo sucederá.<br />
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El fin del mundo estará señalado previamente por varios acontecimientos que la sagrada Escritura describe claramente. Primero tendrá que iniciar el Fin de los Tiempos; de los tiempos que conocemos, del Tiempo de los gentiles, de la Iglesia, del Tiempo de la plenitud o de la Plenitud de los tiempos; un Tiempo que iniciara en la noche de Navidad, con el nacimiento de Cristo, y que tampoco es un tiempo eterno, pues, por principio, el tiempo es lo más opuesto a la eternidad.<br />
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Hacia el Fin de los tiempos ya se habrá edificado el nuevo Templo de Salomón, en Jerusalén, y habrá de manifestarse el Anticristo, un personaje de carne y hueso, líder civil o militar, que gobernará sobre varias naciones y que logrará un tratado de paz en favor de Israel, que para entonces lo alabará como el mesías que espera. Estos sucesos ocurrirán en medio de una Gran Tribulación por la que la humanidad estará pasando, momento en el que el Anticristo se lanzará también contra Israel, suprimirá el sacrificio en el Templo y vendrá la conversión de los judíos con el razonamiento de que ?si este no es el mesías, entonces es Aquel a quien crucificamos siglos atrás?, un razonamiento que les hará llamar a Cristo: ?Ven Señor Jesús? y Él retornará en la Parusía, rodeado de sus ángeles, al llamado de su Pueblo y derrotará al Anticristo, con el soplo de su aliento, en la batalla final de Armagedón.<br />
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Luego de la gran tribulación, mediante la que será depurada, la humanidad habrá experimentado una conversión total a Dios. Entonces tendrá lugar el Juicio final en el que el Señor llamará a su derecha a sus corderos implementando un reinado de paz, de muchos siglos, con el resto de la humanidad que le será siempre fiel, un periodo de paz como no se conoce, en el que el hombre quedará liberado plenamente de la acción del demonio. Así lo afirma el Catecismo: ?Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el universo será renovado? (1042).<br />
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Luego del reinado de paz, traído por Cristo a la Tierra, ocurrirá el fin del mundo, que no significa, tampoco, que sea el fin de la humanidad. El Catecismo lo explica sí: ?Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres?. (1048).<br />
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Como se ve, la interpretación verídica de la Escritura es esperanzadora, no como la lectura protestante fundamentalista extremista de un pastor estadunidense que proclama que el regreso del Señor viene acompañado del fin del mundo. Así que todos tranquilos y felices, pero que toda esta confusión nos sirva para acudir al confesionario a reconciliarnos con este Dios tan amoroso, el Dios-Papá que Jesús nos dio a conocer.<br />
martes, 26 de julio de 2011
lunes, 23 de mayo de 2011
Qué es la TRANSUBSTANCIACION ?
Qué es la TRANSUBSTANCIACION ?
«La Presencia Real»
«La Presencia Real»
1. Verdadera, real y sustancial
Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está
verdadera, real y sustancialmente presente, en el Santísimo Sacramento
del altar. Es sacramento porque es signo sensible -pan y vino-, y eficaz
-produce lo que significa-, de la gracia invisible y porque contiene al
Autor de la gracia, al mismo Jesucristo nuestro Señor.
- ¿Qué quiere decir verdadera?
Verdadera quiere decir que su presencia no es en mera figura (como en una foto), como quería Zwinglio, sino en verdad. - ¿Qué quiere decir realmente?
Realmente quiere decir que su presencia no es por mera fe subjetiva (no porque uno así lo opine), como quería Ecolampadio, sino en la realidad. - ¿Qué quiere decir sustancialmente?
Sustancialmente quiere decir que la presencia del Señor en la Eucaristía no es meramente virtual (como la usina eléctrica está virtualmente presente en el foco de luz),
como quería Calvino, sino según el mismo ser de su Cuerpo y Sangre que
asumió en la Encarnación.
El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno negare que en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real, y
sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la
divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino
que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia,
sea anatema».
Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica:
«Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e
intercede por nosotros (Ro 8,34), está presente de múltiples maneras en
su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o
tres estén reunidos en mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los
enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el
sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo
(está presente), bajo las especies eucarísticas”.
El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es
singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace
de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que
tienden todos los sacramentos”. En el santísimo sacramento de la
Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor
Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.” “Esta presencia se
denomina ´real´, no a título exclusivo, como si las otras presencias no
fuesen ´reales´, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella
Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente”».
De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Eucaristía
con el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la Virgen María, el mismo
cuerpo que estuvo pendiente en la cruz y la misma sangre que fluyó de su
costado.
2. De la Transubstanciación
Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su
Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama
propiamente «transubstanciación», no consustanciación, como quería
Lutero.
Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la
capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice
singular porque no existe en toda la creación ninguna conversión
semejante a esta.
En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia
del vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Cristo. De tal manera que bajo cada una de las especies y
bajo cada parte cualquiera de las especies, antes de la separación y
después de la separación, se contiene Cristo entero.
Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino
se transubstancia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de
Cristo. Ahora bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de
inhesión, por poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o
apariencias del pan y del vino.
¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la
transusbtanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color,
sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Sólo cambia la sustancia.
Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el
Cuerpo de Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con
el Cuerpo, por la natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y,
por la admirable unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo.
Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino?
Por razón de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la
especie del vino y, por razón de la concomitancia, junto con la Sangre,
por la natural conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión
hipostática, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del
pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este
sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la
Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del
Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo
declara que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se
conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue
crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia
estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es
mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien
persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición
supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza
misma resulta cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de la
nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo
que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza
primera que cambiársela”».
Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de
Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro
Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era
verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta
convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración
del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la
sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del
vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa
y apropiadamente a este cambio transubstanciación”».
3. Omnipotencia de Dios
El sacerdote ministerial predica la Palabra de Dios, presenta a Dios los
dones de pan y vino, los inmola y los ofrece al transubstanciarlos en
el Cuerpo y la Sangre del Señor, obrando en nombre y con el poder del
mismo Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios,
como enseña Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no depende de
potestad alguna superior, sino de la divina», de tal modo, que ni
siquiera el Papa, tiene mayor poder que un simple sacerdote, para la
consagración del Cuerpo de Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un
simple sacerdote».
«Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena: Haced esto en memoria mía
(Lc 22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar el rito del Sacrificio
eucarístico de mi Cuerpo que será entregado y de mi Sangre que será
derramada (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que
Jesucristo, en la Última Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre
sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes entonces constituía
sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesores en el
sacerdocio, les mandó ... que los ofrecieran”».
Y esto por el poder divino, ya que existe «en la misma transformación,
una selección que indica penetración extraordinaria; dentro de una misma
cosa material hay algo que cambia y algo que permanece inmutable;
además el cambio produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como
llamaban muchos Santos Padres a la consagración, se da:
1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;
2. Una penetración extraordinaria: distinguir ambos elementos, para que desaparezca uno y permanezca el otro;
3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo, bajo especie ajena, o sea, sacramental.
Por esto, la conversión del pan y del vino en la Misa, implica
dificultades más grandes que respecto a la creación del mundo, como dice
Santo Tomás de Aquino: «En esta conversión hay más cosas difíciles que
en la creación, en la que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear,
sin embargo, es propio de la Causa Primera, que no presupone nada para
su operación. Pero en la conversión sacramental (de la Eucaristía) no
sólo es difícil que este todo (el pan y el vino) se transforme en este
otro todo (el Cuerpo y la Sangre de Cristo), de modo que nada quede del
anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de producir, sino que
también queden los accidentes desaparecida la substancia...».
Queridos hermanos y hermanas:
Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro Señor presente en la
Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que
expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transubstanciación!, que
debería sonar en nuestros oídos como música celestial.
Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se manifiesta, como lo
hace el pueblo fiel que dice, con las palabras del Apóstol Tomás,
después de ocurrida la transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn
20,28).
Comentarios al autor: carlosbuela@ive.org
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