lunes, 23 de mayo de 2011

Qué es la TRANSUBSTANCIACION ?

Qué es la TRANSUBSTANCIACION ?

«La Presencia Real»


1. Verdadera, real y sustancial


Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está
verdadera, real y sustancialmente presente, en el Santísimo Sacramento
del altar. Es sacramento porque es signo sensible -pan y vino-, y eficaz
-produce lo que significa-, de la gracia invisible y porque contiene al
Autor de la gracia, al mismo Jesucristo nuestro Señor.

  • ¿Qué quiere decir verdadera?
    Verdadera quiere decir que su presencia no es en mera figura (como en una foto), como quería Zwinglio, sino en verdad.
  • ¿Qué quiere decir realmente?
    Realmente quiere decir que su presencia no es por mera fe subjetiva (no porque uno así lo opine), como quería Ecolampadio, sino en la realidad.
  • ¿Qué quiere decir sustancialmente?
    Sustancialmente quiere decir que la presencia del Señor en la Eucaristía no es meramente virtual (como la usina eléctrica está virtualmente presente en el foco de luz),
    como quería Calvino, sino según el mismo ser de su Cuerpo y Sangre que
    asumió en la Encarnación.

    El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno negare que en el Santísimo
    Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real, y
    sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la
    divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino
    que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia,
    sea anatema».

    Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica:
    «Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e
    intercede por nosotros (Ro 8,34), está presente de múltiples maneras en
    su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o
    tres estén reunidos en mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los
    enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el
    sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo
    (está presente), bajo las especies eucarísticas”.

    El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es
    singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace
    de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que
    tienden todos los sacramentos”. En el santísimo sacramento de la
    Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el
    Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor
    Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.” “Esta presencia se
    denomina ´real´, no a título exclusivo, como si las otras presencias no
    fuesen ´reales´, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella
    Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente”».

    De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Eucaristía
    con el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la Virgen María, el mismo
    cuerpo que estuvo pendiente en la cruz y la misma sangre que fluyó de su
    costado.


    2. De la Transubstanciación

    Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su
    Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama
    propiamente «transubstanciación», no consustanciación, como quería
    Lutero.

    Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la
    capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice
    singular porque no existe en toda la creación ninguna conversión
    semejante a esta.

    En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia
    del vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y
    Divinidad de Cristo. De tal manera que bajo cada una de las especies y
    bajo cada parte cualquiera de las especies, antes de la separación y
    después de la separación, se contiene Cristo entero.

    Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino
    se transubstan­cia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de
    Cristo. Ahora bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de
    inhesión, por poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o
    apariencias del pan y del vino.

    ¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la
    transusbtanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color,
    sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino. Sólo cambia la sustancia.

    Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el
    Cuerpo de Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con
    el Cuerpo, por la natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y,
    por la admirable unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor
    Jesucristo.

    Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino?
    Por razón de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la
    especie del vino y, por razón de la concomitancia, junto con la Sangre,
    por la natural conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión
    hipostática, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

    Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del
    pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este
    sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la
    Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del
    Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo
    declara que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se
    conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue
    crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia
    estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es
    mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.

    Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien
    persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
    que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición
    supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza
    misma resulta cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de la
    nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo
    que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza
    primera que cambiársela”».

    Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de
    Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro
    Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era
    verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta
    convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración
    del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la
    sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del
    vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa
    y apropiadamente a este cambio transubstanciación”».


    3. Omnipotencia de Dios

    El sacerdote ministerial predica la Palabra de Dios, presenta a Dios los
    dones de pan y vino, los inmola y los ofrece al transubstanciarlos en
    el Cuerpo y la Sangre del Señor, obrando en nombre y con el poder del
    mismo Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios,
    como enseña Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no depende de
    potestad alguna superior, sino de la divina», de tal modo, que ni
    siquiera el Papa, tiene mayor poder que un simple sacerdote, para la
    consagración del Cuerpo de Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un
    simple sacerdote».

    «Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena: Haced esto en memoria mía
    (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar el rito del Sacrificio
    eucarístico de mi Cuerpo que será entregado y de mi Sangre que será
    derramada (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que
    Jesucristo, en la Última Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre
    sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes entonces constituía
    sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesores en el
    sacerdocio, les mandó ... que los ofrecieran”».

    Y esto por el poder divino, ya que existe «en la misma transformación,
    una selección que indica penetración extraordinaria; dentro de una misma
    cosa material hay algo que cambia y algo que permanece inmutable;
    además el cambio produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como
    llamaban muchos Santos Padres a la consagración, se da:

    1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;

    2. Una penetración extraordinaria: distinguir ambos elementos, para que desaparezca uno y permanezca el otro;

    3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo, bajo especie ajena, o sea, sacramental.

    Por esto, la conversión del pan y del vino en la Misa, implica
    dificultades más grandes que respecto a la creación del mundo, como dice
    Santo Tomás de Aquino: «En esta conversión hay más cosas difíciles que
    en la creación, en la que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear,
    sin embargo, es propio de la Causa Primera, que no presupone nada para
    su operación. Pero en la conversión sacramental (de la Eucaristía) no
    sólo es difícil que este todo (el pan y el vino) se transforme en este
    otro todo (el Cuerpo y la Sangre de Cristo), de modo que nada quede del
    anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de producir, sino que
    también queden los accidentes desaparecida la substancia...».


    Queridos hermanos y hermanas:

    Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro Señor presente en la
    Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que
    expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transubstanciación!, que
    debería sonar en nuestros oídos como música celestial.

    Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se manifiesta, como lo
    hace el pueblo fiel que dice, con las palabras del Apóstol Tomás,
    después de ocurrida la transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn
    20,28).

    Comentarios al autor: carlosbuela@ive.org